Considerado uno de los diplomáticos más trascendentales de la historia contemporánea y el funcionario que dio forma al poder de Estados Unidos en las últimas décadas del siglo XX, Henry Kissinger, murió hoy a los 100 años, en su casa de Connecticut.
El influyente diplomático estadounidense fue secretario de Estado entre 1973 y 1977, durante las presidencias de los republicanos Richard Nixon y Gerald Ford, y recibió el Premio Nobel de la Paz en 1973 por contribuir a un alto al fuego temporal en la Guerra de Vietnam, recordó Lanacion.com.ar.
Con un escueto comunicado, desde su firma consultora confirmaron su muerte, seis meses después de haber cumplido 100 años: “El Dr. Henry Kissinger, un respetado académico y estadista estadounidense, murió hoy en su residencia en Connecticut”.
Fue hijo dilecto de la familia Rockefeller, que fue la que costeó su carrera universitaria en Harvard, y a la que supo rendir tributo: fue bajo el influjo de Kissinger que Nelson Rockefeller llegó a ser vicepresidente de los Estados Unidos entre 1974 y 1977.
Como secretario de Estado, hasta su llegada a ese cargo, fue asesor de Seguridad Nacional del gobierno de Nixon, concibió un mundo equilibrado, pero con Estados Unidos como potencia regente de ese equilibrio. A su modo, ayudó a hacer un poco menos peligrosos y duros los años de la Guerra Fría y lidió con la extraña psicología de Nixon, que lo tuvo como mano derecha en los tormentosos años de sus dos presidencias.
Después de dejar la Casa Blanca fue hombre de consulta y de decisión: varios de los presidentes que siguieron a Nixon, en especial los dos Bush, padre e hijo, lo buscaron como guía y hasta como consuelo, Bush hijo, cuando Al Qaeda abatió las Torres Gemelas de New York, el 11 de septiembre de 2001.
Fue el poder detrás del poder, un estadista frío y calculador, de profundos odios personales como el que expresó siempre hacia el socialista chileno Salvador Allende, al que contribuyó a derrocar y que mantuvo aun después de la muerte de Allende, en el Palacio de la Moneda en 1973. Tal fue su éxito personal en solventar aquel sangriento golpe que abrió las puertas en Chile a la dictadura de Augusto Pinochet, que a los pocos días de la caída de Allende, Nixon lo hizo secretario de Estado.
Pasarán años antes que el tiempo y sus matices borren la huella profunda, y quién sabe si no indeleble, que Kissinger dejó en un país que no lo vio nacer, pero que sin embargo lo hizo uno de sus ciudadanos y políticos predilectos.
A su centenario lo cumplió el pasado 27 de mayo. A su cuenta y riesgo, intentó aconsejar, si eso era posible, a Donald Trump. Como un prestidigitador, Kissinger dio vuelta su galera que había favorecido a China en los años 70: si entonces había recurrido a Mao Tse Tung para alterar el potencial de la URSS en manos de Leonid Brezhnev, en los años de Trump aconsejó acercarse a la Rusia de Vladimir Putin para contrarrestar el creciente poderío económico del gigante chino. Lo que hizo Trump codo a codo con Putin, y sobre todo lo que Putin hizo con Trump, es una realidad que ni el propio Kissinger llegó a imaginar.
El nacimiento de Kissinger en Alemania y su traslado a Estados Unidos
Heinz Alfred Kissinger nació en Fürth, Baviera, Alemania, el 27 de mayo de 1923, en una familia de judíos alemanes y en plena descomposición de la experiencia socialista de la República de Weimar, con una abultada deuda externa fruto del Tratado de Versalles que obligaba a Alemania a pagar los gastos de la Primera Guerra Mundial y con una hiperinflación galopante que derrumbó la economía del país.
A sus quince años, ya con Adolfo Hitler encaramado en el poder como canciller del Reich, con el nazismo en pleno apogeo, con la persecución a los judíos amparada por las leyes raciales y con las sombras de otra guerra en el horizonte europeo, los Kissinger se mudaron a Nueva York.
Estudió en el City College y se metió de lleno en Harvard para estudiar Ciencias Políticas. Pero en 1943, a sus veinte años, fue reclutado por el Ejército que iba a aprovechar su alemán fluido en la larga batalla por la reconquista de Europa. Además de convertirlo en ciudadano estadounidense, el ejército lo hizo sargento y lo incorporó como uno de sus agentes en los servicios de inteligencia militar.
En 1952 se graduó con una tesis que anticipaba su futuro: “Paz, Legitimidad y Equilibrio”. Permaneció en Harvard como director de Estudios Especiales, un programa inventado por el mismo Kissinger que sustentaba la Rockefeller Brothers Foundations.
Los primeros años de Kissinger en la política
Su juicio empezó a ser muy valorado y fue el factor que lo convirtió en consultor de varias empresas, entre ellas la gigantesca corporación industrial Rand, proveedora del Ejército americano. En 1955 inició su ascendente carrera política en el Consejo Nacional de Seguridad, el primer escalón hacia la Casa Blanca a la que llegó en 1961, durante la presidencia de John Kennedy. Fue partidario y asesor de la carrera política de Nelson Rockefeller como gobernador de Nueva York y como precandidato a presidente por el partido republicano en 1960, 1964 y 1968.
Nixon lo hizo Consejero de Seguridad Nacional y lo convirtió en su alter ego ni bien asumió como presidente, en enero de 1969. Kissinger unió así en una sola sus dos vocaciones, la seguridad y la diplomacia, y se convirtió en el súper ministro de la administración Nixon.
La injerencia de Kissinger en la Guerra de Vietman
Bajo el puño de Kissinger, ya convertido en el poder detrás del trono, la política exterior de Estados Unidos pasó a ser más dura y dominante. Nixon había asumido con la promesa de terminar con la impopular Guerra de Vietnam, pero no quería pasar a la historia como el primer presidente de Estados Unidos en perder una guerra. Buscó entonces a través de Kissinger lo que encerraba una frase de circunstancia que enmascaraba la catástrofe militar: una “paz con honor”, capricho que alargó en vano aquella matanza.
Por las conversaciones de paz sobre Vietnam, desarrolladas en París, Kissinger y su par vietnamita Le Duc Tho ganaron el Nobel de la Paz en el convulsionado 1973. El fuego en Vietnam recién cesó en 1975, con la entrada triunfal del Vietcong en Saigón, la entonces capital de Vietnam del Sur, que hoy es la ciudad Ho Chi Minh. Le Duc Tho, un viejo guerrero comunista, tuvo a bien devolver su Nobel. Kissinger se lo quedó.
Kissinger vio en China un gigantesco cliente para los productos de Estados Unidos y un contrapeso para el poderío de la URSS, con la que de igual modo negoció con éxito los tratados de control de armas nucleares. Con Nixon reelecto en 1972, Kissinger se convirtió en la figura más fuerte y decisoria de su gobierno hasta que el huracán Watergate.
Kissinger y su rol para derrocar a Allende y para instaurar las dictaduras militares en América Latina
Los éxitos diplomáticos de Kissinger en Oriente y, de alguna forma, también en Europa, no tuvieron correlato con su política para América Latina. En 1970, según revelaron las conversaciones telefónicas desclasificadas entre Nixon y Kissinger, por entonces secretario de Seguridad, ambos conspiraron para impedir la asunción del socialista Salvador Allende, electo ese año en Chile, y para derrocarlo tres años después. A través del embajador americano en Santiago, Edward Korry, y de agentes de la CIA, Estados Unidos alentó una serie de disturbios previos a la llegada al poder de Allende que derivaron en el asesinato del comandante en jefe del Ejército chileno, general René Schneider, durante un intento de secuestro a manos de un grupo de ultraderecha, pocos días antes de la investidura de presidencial.
En esta parte del continente, sacudida en esos años por la violencia política, por el accionar en varios países de grupos guerrilleros de izquierda y de grupos paramilitares y parapoliciales, Kissinger respaldó las más violentas dictaduras militares. Sus detractores lo responsabilizan si no en el diseño, sí en la tolerancia del Plan Cóndor, el trabajo en común de varios servicios de inteligencia y de grupos paramilitares que secuestraron y asesinaron a miles de militantes y simpatizantes de izquierda en Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay, Bolivia y Brasil.
El 10 de junio de 1976, dos meses y medio después del golpe militar en la Argentina que derrocó a Isabel Perón y ya con el general Jorge Videla instalado como hombre fuerte, Kissinger dialogó con el entonces canciller de la dictadura, almirante César Guzzetti. Los documentos desclasificados del Departamento de Estado revelaron hace años que, en esa ocasión, Kissinger avaló la represión ilegal, los secuestros y asesinatos que el poder militar había desatado en el país. “Si hay cosas que tienen que hacer, háganlo rápido y vuelvan lo antes posible a la normalidad”, dijo entonces a Guzzetti, reunidos ambos en Santiago de Chile donde se realizaba la Asamblea General de la OEA.